viernes, 7 de marzo de 2008

Decálogo para el tiempo de elecciones 5

9. Por su parte, los perdedores, contra el reconocimiento de la victoria de quienes han merecido la confianza de los votantes, hacen una interpretación interesada de los resultados, maquillando su derrota.

¿No sería más honesto reconocer que, en democracia, la mayoría obtenida procede del legítimo derecho de todo ciudadano a expresar su opinión?

10. Por fin, pasadas las elecciones, ¿contra la exclusión del derrotado, no sería aconsejable la invitación a su participación en las tareas públicas de mayor trascendencia como la educación, la política antiterrorista, la planificación de recursos hidráulicos...? ¿No sería aconsejable tener claro que la “cosa pública” es de todos, que el alcance de estas actuaciones supera a la legislatura y que deben construirse sobre el consenso y el interés de todos?

Y agotado el decálogo, concluimos haciendo un par de observaciones, de mayor interés en la medida en que nos sintamos miembros de una Iglesia comprometida con el reino de Dios en la tierra:

· Parece obligado para los cristianos, Constatar desde la práctica, el respeto y promoción de los derechos individuales y sociales a la luz del Evangelio.

· Y de igual modo, siguiendo siempre la recta conciencia, procurar conocer directamente la orientación de la Iglesia sobre las elecciones, sin quedarse en los titulares o frases aisladas.

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