jueves, 31 de enero de 2008

Reseña bibliográfica


Hoy presentamos un libro lleno de esperanza. Narra la experiencia personal de un obispo vietnamita en una cárcel de Vietnam. El se llamaba Nguyen van Thuan.
Trece años en la cárcel, por el crimen de ser sacerdote. Por el crimen de obedecer y ser fiel al Papa. Su nombramiento como Obispo de Saigon fue recibido como una ofensa por el Gobierno comunista de Vietnam. De inmediato se ordenó su arresto, aunque no tenían pruebas de que hubiera cometido delito alguno más que el de servir y predicar. Tampoco le permitieron llevarse nada. La comunidad católica no tardó en reaccionar y para calmar un poco las aguas, permitieron a van Thuan escribir un mensaje en un papel. Al final del mensaje, decía: "Por favor, necesito algo de vino, como medicina para el dolor de estómago". Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una botella pequeña de vino con la etiqueta "Medicina para el dolor de estómago". Entre la ropa escondieron algunas ostias. El paquete llegó a la cárcel y el policía que lo revisaba preguntó extrañado: "¿Le duele el estómago? Pues aquí le mandan su medicina".

Cuando Van Thuan predicó los ejercicios espirituales a Juan Pablo II, en marzo del 2000, recordó emocionado este momento: "No podía expresar mi alegría al saber que ya podía celebrar Misa. Cada día pude arrodillarme ante la cruz con Jesús y beber con él su cáliz . Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre mezclada con la mía".

Todos los días, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebraba la Eucaristía. Poco después de su arresto, lo llevaron al norte de Vietnam en barco con otros mil quinientos prisioneros hambrientos y desesperados. A las nueve y media de la noche, celebraba la Misa en la cama común que compartía con otros cinco presos. De rodillas, con los grilletes en las manos y en los pies, un poco encorvado y repitiendo las palabras de memoria, consagraba y repartía la comunión a los que le rodeaban.

En septiembre de 2002 murió el sacerdote que estuvo nueve años en aislamiento total, encerrado entre cuatro paredes de cemento sin ventana alguna, con un foco encendido por la Policía durante largas horas o apagado durante semanas, que le provocaba una tortura mental, caminando de un lado a otro de la pequeña celda para evitar enfermedades, teniendo sólo un pequeño agujero para la respiración en la parte baja del muro, que cuando llovía se llenaba de agua y hacía entrar todo tipo de insectos que le picaban y mordían porque no le quedaban fuerzas para impedirlo.

Pasó cuatro años más trabajando en las montañas que rodeaban la prisión. Un día pidió un alambre de la valla eléctrica que los acorralaba y, ayudado por otros prisioneros, cortó el alambre en pequeños pedazos, lo enzarzó y formó una pequeña cadena. Otro guardia le permitió quedarse con un pedacito de madera en forma de cruz tomada de la leña que él mismo había cortado. Y hasta el día de su muerte, la cadena y la cruz formaron el pectoral que llevaba siempre colgado el Obispo Javier Van Thuan, prisionero desde agosto de 1975 hasta el año 1988.

No supo guardar rencores. Logró numerosas conversiones de guardias y de prisioneros compañeros suyos. Pregonó y vivió el camino del perdón hasta el final. Un día, uno de los guardias de la cárcel le preguntó: "¿Es verdad que usted nos ama? ¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo. Cuando quede en libertad, seguro que enviará a sus fieles a quemar nuestras casas y a golpear a nuestros familiares". Le respondió: "Sí, claro que los amo, aunque me maten, porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos. Y si no lo hago, no soy digno de llevar el nombre de cristiano".

Van Thuan vivió a fondo su vocación. Como lo han hecho y lo siguen haciendo tantos hoy, en su respectiva vocación y, gracias a ellos se mantiene izada la bandera de la santidad de la Iglesia. Son los que nos permiten a los católicos presentarnos ante el mundo sin demasiada vergüenza, porque la verdad es que quien juzgue a la Iglesia por el rostro que ofrecemos la mayoría, tiene motivos para pensar que no somos gran cosa y que el batallón de mediocres que formamos no refleja lo que Jesús quiso dejar en la tierra como presencia de su amor.
Si alguien quiere leer la homilía del Papa Juan Pablo II en el día del funeral del Cardenal van Thuan puede pinchar aquí:

http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/homilies/2002/documents/hf_jp-ii_hom_20020920_esequie-card-van-thuan_sp.html

Sí, estamos hablando de un gran testigo de la Esperanza. El libro que proponemos se titula:
El Camino de la Esperanza
Se puede encontrar en la editorial EDICEP por un módico precio (menos de 10 euros)
Después de los ejercicios espirituales que dio a Juan Pablo II, el Papa profundamente conmovido por la experiencia de este obispo vietnamita, le pidió encarecidamente que recopilara sus reflexiones en un libro ya que serían muy útiles para muchas personas. Fruto de la recopilación de sus meditaciones nace este libro: El camino de la Esperanza. Que lo disfrutéis.

viernes, 25 de enero de 2008

Oración por la unidad de los cristianos: día 8º Orad siempre para que sea uno

«Que la paz reine entre vosotros» (1 Ts 5, 13b)

Is 11, 6-13: El lobo habitará con el cordero
Sal 122: Haya paz dentro de tus muros
1 Ts 5, 13b-18: Que la paz reine entre vosotros
Jn 17, 6-24: Que sean uno

Comentario

Dios desea que los seres humanos vivan entre ellos en paz. Esta paz no es simplemente una ausencia de guerra o de conflictos; el shalom querido por Dios nace de una humanidad reconciliada, de una familia humana que comparte y refleja en sí misma la paz que solo Dios puede dar. La imagen del lobo viviendo con el cordero, del león dormido cerca del cabrito, intenta ofrecernos una visión simbólica del futuro que Dios desea para nosotros.

Puesto que no podemos establecer este shalom por nuestra sola voluntad, estamos llamados a ser instrumentos de la paz del Señor, artesanos de la obra divina de la reconciliación. La paz, como la unidad, es un don y una llamada. La oración de Jesús por la unidad de sus discípulos no era ni una orden ni una petición, sino una invocación dirigida al Padre en la víspera de su muerte. Es una oración que surge de lo más profundo de su corazón y de su misión, en el momento en el que prepara a sus discípulos para el tiempo futuro: Padre, que sean uno. Mientras celebramos el centenario de la Semana de Oración por la unidad y recordamos todas las aspiraciones, oraciones e iniciativas en la búsqueda de la unidad de los cristianos suscitadas durante siglos, es conveniente hacer balance de los pasos que hemos realizado hasta ahora, guiados por el Espíritu Santo.

Para nosotros es ocasión de dar gracias por los numerosos frutos que nos ha dado la oración por la unidad. En muchos lugares, la animosidad y los malentendidos han cedido su lugar al respeto y la amistad entre los cristianos y sus distintas comunidades.

Sucede a menudo que cristianos que se reúnen para rezar juntos por la unidad dan a continuación un testimonio común del Evangelio a través de acciones concretas y trabajando codo a codo al servicio de los más necesitados. El diálogo permitió construir puentes de comprensión recíproca y solucionar desacuerdos doctrinales que nos dividían. No obstante, el momento presente deberá ser también para nosotros un tiempo de arrepentimiento, ya que nuestras divisiones están en contradicción con la oración de Cristo por la unidad y con el mandato de Pablo de vivir en paz entre nosotros. Actualmente, los cristianos están abiertamente en desacuerdo sobre distintos temas: más allá de las diferencias doctrinales que nos separan aún, tenemos a menudo posiciones divergentes sobre cuestiones de moral y ética, sobre la guerra y la paz, sobre problemas de actualidad que necesitan un testimonio común. Debido a nuestras divisiones internas y a los conflictos entre nosotros, no estamos en condiciones de responder a la noble vocación de ser signos e instrumentos de la unidad y de la paz queridos por Dios.

¿Qué decir entonces? Tenemos razones para alegrarnos pero también para estar tristes. Damos gracias, en este centenario, por las últimas generaciones que se consagraron generosamente al servicio de la reconciliación; renovemos hoy nuestro compromiso de ser artífices de la unidad y de la paz queridas por Cristo.

Finalmente, este momento particular nos ofrece la ocasión de reflexionar de nuevo sobre lo que significa orar sin cesar, a través de nuestras palabras y nuestras acciones, a través de la vida de nuestras Iglesias.

Oración

Señor, haz que seamos uno: uno en nuestras palabras para que te dirijamos una oración humilde y común; uno en nuestro deseo y en nuestra búsqueda de la justicia; uno en el amor, para servirte en el más pequeño de nuestros hermanos y hermanas; uno en la espera de ver tu rostro. Señor, haz que seamos uno en ti. Amén.

jueves, 24 de enero de 2008

Oración por la unidad de los cristianos: día 7º Orad porque tenemos necesidad

«Sostened a los débiles» (1 Ts 5, 14)

1 Sm 1, 9-20: Ana reza al Señor para que le conceda un niño
Sal 86: Atiende a mi súplica
1 Ts 5 (12a), 13b-18: Os pedimos... que sostengáis a los débiles
Lc 11, 5-13: Quien pide recibe

Comentario

Profundamente afligida por su esterilidad, Ana imploró a Dios que le concediera un niño: su oración fue escuchada y, pasados unos días, nació Samuel (que significa «al Señor se lo pedí»). En el evangelio de Lucas, Jesús mismo nos dice que «quien pide recibe»; así en la oración, nos dirigimos a Dios para que responda a nuestras necesidades. La respuesta puede no corresponder a lo que esperamos, pero Dios nos responde siempre.

El poder de la oración es inmenso, sobre todo cuando está vinculado al servicio. El Evangelio nos enseña que Cristo quiere que nos amemos y que nos ayudemos unos a otros. En la Carta de Pablo a los Tesalonicenses, el tema del servicio se reanuda con el imperativo: «Sostened a los débiles». Sabemos que es posible responder de manera ecuménica, de una manera concreta, a la miseria y al desamparo. Las Iglesias de tradiciones diferentes trabajan a menudo mano a mano, pero en algunas circunstancias su testimonio es seriamente debilitado por su falta de unidad. Cuando queremos orar juntos, a veces somos profundamente desconfiados respecto de las distintas formas de oración que encontramos en otras tradiciones cristianas: las oraciones de los católicos dirigidos a Dios por la intercesión de los santos o de Maria, la madre de Jesús; las oraciones litúrgicas ortodoxas; las oraciones pentecostales; las oraciones espontáneas que los protestantes dirigen directamente a Dios.

Se observa que la diversidad de las formas de oración es mejor apreciada. En las Iglesias americanas, la experiencia de renovación pentecostal ha conducido también a un mejor reconocimiento del poder de la oración, lo que, poco a poco, ayudó a los pentecostales a sentirse más cómodos en el movimiento ecuménico. Del mismo modo, el diálogo con las Iglesias ortodoxas en el seno del Consejo Ecuménico de las Iglesias ha permitido comprender mejor las formas de las oraciones propias de cada uno.

Es indudable que la fe en el poder de la oración es común al conjunto de nuestras tradiciones y puede contribuir mucho a la causa de la unidad cristiana, una vez que hayamos comprendido y superado nuestras diferencias. Debemos apoyar con nuestras oraciones todos los diálogos que mantienen nuestras Iglesias sobre las divergencias que impiden aún reunirnos en torno a la mesa del Señor. Celebrar juntos el memorial de Cristo y elevar hacia Él nuestra común acción de gracias nos permitirá realizar un gran paso adelante en el camino de la unidad.

Oración

Señor, ayúdanos a ser de verdad uno cuando rogamos por la curación de nuestro mundo, de las divisiones entre nuestras Iglesias y por nuestra propia curación. Haz que no dudemos de que Tú nos escuchas y que Tú nos responderás. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo. Amén.

miércoles, 23 de enero de 2008

Oración por la unidad de los cristianos: día 6º Orad siempre para obtener la gracia de colaborar con Dios

«Estad siempre alegres. No ceséis de orar» (1 Ts 5, 16)

2 Sm 7, 18-29: La oración de alabanza y de alegría de David
Sal 86: Señor, escucha
1 Ts 5 (12a), 13b-18: Estad siempre alegres
Lc 10, 1-24: El envío de los setenta y dos discípulos

Comentario

En la oración modelamos nuestra voluntad según Dios y participamos así en la realización de su deseo. Tenemos necesidad de que el Espíritu Santo cambie el corazón de los creyentes y nos dé la gracia de colaborar con Dios y participar en su misión y proyecto de unidad. Mientras pedimos sin cesar por eso, somos conscientes de que son necesarios más obreros para la cosecha. Con motivo de numerosos encuentros ecuménicos, y en particular del National Workshop on Christian Unity que se celebra todos los años en los Estados Unidos, se destacó la necesidad de promover la participación de los jóvenes para que el movimiento ecuménico pueda prosperar hoy y en las generaciones futuras. Es necesario que aún más obreros conozcan la alegría de la oración para contribuir a la obra de Dios.

Las lecturas del sexto día nos ayudan a comprender mejor lo que significa trabajar en el servicio del Evangelio. David, sorprendido de ser elegido por el Señor para participar en la edificación de un espléndido templo, afirma: «¿De verdad Dios podrá vivir sobre la tierra?» y concluye: «Quieres ahora bendecir la casa de tu criado, para que permanezca siempre en tu presencia».

El salmista ruega: «Señor, enséñame tu camino, para que te sea fiel, guía mi corazón para que tema tu nombre. Señor Dios mío, te daré gracias de todo corazón, daré gloria a tu nombre por siempre».

En el envío de los setenta y dos discípulos, Jesús confirma que gracias a ellos y a todos los que creerán en Él a través de su palabra, su paz y la buena noticia que declarará que «el Reino de Dios ha llegado hasta nosotros» serán anunciadas al mundo. Cuando sus discípulos vuelven contentos de nuevo, aunque también traen la experiencia del rechazo, Jesús se alegra de sus éxitos al someter los demonios: es necesario seguir extendiendo la noticia, sin detenerse.

Dios quiere que su pueblo sea uno. Como los cristianos de Tesalónica, se nos exhorta a estar «siempre alegres» y a orar «sin cesar», manteniendo la esperanza de que, si nos comprometemos plenamente a colaborar con Dios, se realizará por fin la unidad según su voluntad.

Oración

Señor Dios, en la perfecta unidad de tu ser, guarda en nuestros corazones el ardiente deseo y la esperanza de la unidad para que nunca dejemos de trabajar al servicio de tu Evangelio. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

martes, 22 de enero de 2008

Oración por la unidad de los cristianos: día 5º Orad sin cesar con un corazón paciente

«Tened paciencia con todos» (1 Ts 5, 14)

Ex 17, 1-4: ¿Por qué?
Sal 1: Dar fruto a su tiempo
1 Ts 5 (12a), 13b-18: Tened paciencia con todos
Lc 18, 9-14: Una humilde oración

Comentario

No podemos estar satisfechos con la división de los cristianos y en consecuencia no somos impacientes hasta que venga el día de nuestra reconciliación. Somos legítimamente impacientes a que venga por fin el día de nuestra reconciliación. Por ello, también debemos ser conscientes de que el ecumenismo no se vive por todas partes al mismo ritmo. Algunos avanzan a grandes pasos, otros son más prudentes. Como Pablo predica, debemos seguir siendo pacientes con todos.

Como el fariseo en su oración, podemos fácilmente presentarnos ante Dios con la arrogancia de los que hacen todo muy bien: «yo no soy como el resto de los hombres». Si a veces se intentan denunciar las lentitudes o las imprudencias de los miembros de nuestra Iglesia, o las de nuestros interlocutores ecuménicos, la invitación a la paciencia resuena como una advertencia importante. En ocasiones, incluso, nos mostramos impacientes para con Dios. Como el pueblo en el desierto, a veces gritamos hacia Dios: ¿por qué toda esta marcha, dolorosa, si todo se debe acabar ahora? Tengamos confianza: Dios responde a nuestras oraciones, a su manera, a su debido tiempo. Él sabrá suscitar nuevas iniciativas para la reconciliación de los cristianos, aquellas que en nuestro tiempo se necesitan.

Oración

Señor, haz de nosotros tus discípulos, que escuchemos tu Palabra día y noche. En nuestro camino hacia la unidad, danos saber esperar los frutos a su tiempo. Cuando los prejuicios y la desconfianza triunfan, concédenos la humilde paciencia necesaria para la reconciliación. Así te lo pedimos.

lunes, 21 de enero de 2008

Oración por la unidad de los cristianos: día 4º Orad sin cesar por la justicia

«Mirad que nadie devuelva mal por mal; al contrario, buscad siempre haceros el bien los unos a los otros y a todos» (1 Ts 5, 15)

Ex 3, 1-12: El Señor oye el grito de los hijos de Israel
Sal 146: El Señor… hace justicia a los oprimidos
1 Ts 5 (12a), 13b-18: Mirad que nadie devuelva mal por mal
Mc 5, 38-42: No hagáis frente al que os hace mal

Comentario

Como pueblo de Dios, estamos llamados a orar juntos por la justicia. Dios oye el grito de los oprimidos, de los necesitados, del huérfano y de la viuda. Dios es un Dios de justicia y responde a nuestras oraciones a través de su Hijo, Jesucristo, que nos pidió que trabajemos juntos en la unidad y la paz, y no en la violencia. Es también lo que nos recuerda Pablo cuando destaca: «Mirad que nadie devuelva mal por mal; al contrario, buscad siempre haceros el bien los unos a los otros y a todos». Los cristianos rezan sin cesar por la justicia, para que toda vida humana sea tratada con dignidad y reciba lo que le corresponde. En los Estados Unidos, la injusticia de la esclavitud sólo finalizó con una guerra civil sangrienta, a la cual sucedió un siglo de racismo mantenido por el Estado. La segregación en función del color de la piel existía incluso en las Iglesias. Desgraciadamente el racismo y otras formas de sectarismo como la xenofobia aún no desaparecieron de la sociedad norteamericana. Sobre todo gracias a los esfuerzos de las Iglesias, en particular de las Iglesias afroamericanas y de sus socios ecuménicos, y muy especialmente gracias a la resistencia no violenta del Reverendo Martin Luther King, Jr., los derechos cívicos de todos se inscribieron en la legislación americana. Estaba convencido profundamente de que solamente el amor cristiano puede superar el odio y permitir la transformación de la sociedad; los cristianos siguen hoy alimentándose con esta certeza que los lleva a trabajar juntos en favor de la justicia. El aniversario del nacimiento de Martin Luther King es una fiesta nacional en los Estados Unidos. Cada año, cae exactamente antes o durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos.

Dios oyó y respondió a los gritos de los hijos de Israel. Dios sigue oyendo y responde a los gritos de todos los oprimidos. Jesús nos recuerda que la justicia divina se revela en su voluntad personal de renunciar incluso a su seguridad, su potencia y su prestigio, y también a su vida con el fin de aportar al mundo la justicia y la reconciliación gracias a los cuales todos los seres humanos se considerarán iguales en valor y en dignidad.

Sólo cuando oímos y respondemos a los gritos de los oprimidos, podemos progresar juntos en el camino de la unidad. Eso vale también para el movimiento ecuménico que nos puede exigir «dar pasos suplementarios» en nuestra voluntad de escuchar al otro, de renunciar a ser vengativos y de actuar en la caridad.

Oración

Señor Dios, Tú has creado la humanidad, hombre y mujer, a tu imagen. Concédenos orar sin cesar, con una sola alma y un único corazón, para que todos los que tienen hambre en el mundo queden satisfechos, que los oprimidos se liberen, que todo ser humano sea tratado con dignidad; haz de nosotros tus instrumentos para que este deseo se convierta en realidad. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

sábado, 19 de enero de 2008

Oración por la unidad de los cristianos: día 3º Orad sin cesar por la conversión de los corazones

Orad sin cesar por la conversión de los corazones

«Animad a los tímidos y sostened a los débiles» (1 Ts 5, 14)

Jon 3, 1-10: La conversión de Nínive
Sal 51, 8-15: Crea en mí un corazón puro
1 Ts 5 (12a) 13b-18: Animad a los tímidos
Mc 11, 15-17: Una casa de oración

Comentario

En el origen y en el corazón del ecumenismo, se encuentra una llamada urgente al arrepentimiento y a la conversión. Es necesario sabernos desafiar mutuamente en nuestras comunidades cristianas, como Pablo nos invita en la Primera carta a losTesalonicenses. Si uno u otro siembra división, que se corrija; si algunos tienen miedo a lo que una reconciliación costosa podría implicar, que se animen. ¿Por qué ocultarlo? Si las divisiones entre cristianos permanecen es también por falta de voluntad de comprometerse con determinación en el diálogo ecuménico e incluso simplemente en la oración por la unidad.

La Biblia nos informa de cómo Dios envió a Jonás para interpelar a Nínive y cómo toda la ciudad se arrepintió. De la misma manera, las comunidades cristianas deben ponerse a la escucha de la Palabra de Dios y arrepentirse. Durante el último siglo, los profetas de la unidad no faltaron para recordar a los cristianos la infidelidad de su desunión y la urgencia de la reconciliación.

A imagen de la intervención vigorosa de Jesús en el templo, la llamada a la reconciliación de los cristianos puede seriamente trastornar nuestras certezas. Necesitamos purificarnos también. Debemos saber purificar nuestro corazón de todo lo que le impide ser una auténtica casa de oración, preocupada por la unidad de todas las naciones.

Oración

Señor, tú quieres la verdad en el fondo del ser; en el secreto de nuestro corazón; tú nos enseñas la sabiduría. Haz que nos animemos mutuamente en los caminos de la unidad. Muéstranos las conversiones necesarias para la reconciliación. Da a cada uno un corazón renovado, un corazón verdaderamente ecuménico; así te lo pedimos. Amén.

Oración por la unidad de los cristianos: día 2º Orad siempre, no tengáis confianza más que en Dios

DÍA SEGUNDO

Orad siempre, no tengáis confianza más que en Dios
«Manteneos en constante acción de gracias» (1 Ts 5, 18)

1 Re 18, 20-40: El Señor es Dios

Sal 23: El Señor es mi pastor

1 Ts 5 (12a), 13b-18: Manteneos en constante acción de gracias

Jn 11,17-44: Padre, te doy gracias porque Tú me has escuchado

Comentario

La oración se fundamenta en la confianza de que Dios es poderoso y fiel. Solo Él abarca todo, presente y futuro. Su palabra es creíble y verídica. La historia de Elías en 1 Reyes muestra de manera impresionante la unicidad de Dios. Elías amonesta a los apostatas que veneran a Baal, que no responde a sus oraciones. Sin embargo cuando Elías ora al Dios de Israel, la respuesta es inmediata y milagrosa. El pueblo toma conciencia y de nuevo vuelve su corazón hacia Dios.

El Salmo 23 es una profunda confesión de confianza. Describe a una persona convencida de que Dios guía sus pasos y que lo tiene cerca de sí mismo en los momentos difíciles de la vida, cuando está presa de la desolación y de la opresión.

Probablemente nos encontramos en circunstancias difíciles, a veces incluso de gran agitación. Probablemente atravesamos por momentos de desesperación y desaliento. A veces, nos parece que Dios se oculta. Pero no está ausente. Manifestará su poder para liberarnos en medio de nuestras luchas existenciales. Esta es la razón por la que le damos gracias en toda circunstancia.

La resurrección de Lázaro es uno de los episodios más espectaculares narrados en el evangelio de Juan. Revela el poder de Cristo capaz de romper los vínculos de la muerte y anticipa la nueva creación. Jesús ora en voz alta en medio del pueblo y da gracias a su Padre por los potentes milagros que realizará. La obra salvadora de Dios se realiza a través de Cristo para que todos crean en Él.

El peregrinaje ecuménico nos ayuda mejor a tomar conciencia de las acciones maravillosas de Dios. Comunidades cristianas separadas unas de las otras se encuentran. Descubren su unidad en Cristo y comprenden que todas son parte de una sola y misma Iglesia, y tienen necesidad unos de los otros.

Probablemente hay sombras que vienen a ocultar la perspectiva de la unidad, que se ponga en peligro por algunas frustraciones y tensiones, que nos preguntemos si nosotros, los cristianos, estamos realmente llamados a la unidad. Nuestra oración incesante nos sostiene cuando nos volvemos hacia Dios y tenemos confianza en Él. No dudamos que realiza su obra en nosotros y nos conducirá hacia la luz de su victoria. Siempre nuestra reconciliación y nuestra unidad son el principio de su reino.

Oración

Dios de toda la creación, escucha a tus niños en su oración. Ayúdanos a conservar nuestra fe y nuestra confianza en ti. Enséñanos a darte gracias en toda circunstancia, a tener confianza en tu misericordia. Danos la verdad y la sabiduría, para que tu Iglesia nazca a la nueva vida en la comunión. Tú solo eres nuestra esperanza. Amén.

viernes, 18 de enero de 2008

Semana de Oración por la unidad de los cristianos: día 1º Orad siempre

Publicaremos todos los días los textos bíblicos, meditaciones y oraciones para el octavario. Están sacados del siguiente enlace: http://www.conferenciaepiscopal.es/interconfesional/unidad/2008/materiales.pdf

Orad siempre

«No ceséis de orar» (1 Ts 5, 17)

Is 55, 6-9: Buscad al Señor mientras se le encuentra

Sal 34: Llamé al Señor y él me respondió

1 Ts 5, 13b-18: No ceséis de orar

Lc 18, 1-8: Orar constantemente y sin desfallecer

Comentario

Pablo ha escrito: «Estad siempre alegres. No ceséis de orar. Manteneos en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de vosotros como cristianos». Su carta va dirigida a una comunidad de fieles ansiosos ante la muerte. Muchos hermanos y hermanas, buenos y creyentes, se «durmieron» antes de que el Señor vuelva de nuevo para unirlos a todos en su resurrección.

¿Que será de estos fieles difuntos? ¿Cuál será la suerte de los vivos? Pablo los reconforta diciendo que los muertos resucitarán con los vivos y los invita «a orar sin cesar». ¿Pero qué significa orar sin cesar? Las lecturas de hoy ofrecen algunos elementos como respuesta a esta cuestión. Toda nuestra vida debe ser una búsqueda de Dios, en la convicción de que si buscamos, encontraremos.

En pleno exilio, cuando todo parece inútil y sin esperanza, el profeta Isaías proclama: «Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca». Incluso en el exilio, el Señor está cerca de su pueblo y le exhorta a dirigirse a Él en la oración, y a seguir sus órdenes para que pueda conocer su misericordia y su perdón.

En el centro del Salmo 34 encontramos esta convicción profética que el Señor responderá a la llamada de los que lo invocan, uniendo la alabanza a la llamada a la oración continua.

En el evangelio de Lucas, Jesús dice la parábola de la viuda que pide justicia por un juez que no tiene temor de Dios ni respeto a los hombres. Este relato es una manera de recordar la necesidad de una oración constante, «orar siempre y sin desfallecer », y la certeza que la oración concederá: «¿Y Dios no haría justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?».

Como cristianos en búsqueda de la unidad, meditamos sobre estas lecturas para encontrar «la voluntad de Dios» respecto a nosotros «en Cristo Jesús». Es Cristo aquel que vive en nosotros. La llamada de orar sin cesar se convierte en parte integral de su intercesión eterna ante el Padre: «Que todos sean uno… para que el mundo crea…». La unidad que buscamos es la unidad «tal como Cristo la quiere» y la celebración del «octavario» de oración por la unidad de los cristianos es el reflejo del concepto bíblico de plenitud, es decir, la esperanza que un día habrá respuesta a nuestra oración.

La unidad es un don que Dios hace a la Iglesia. Es también la vocación de los cristianos destinados a vivir de este don. La oración por la unidad es la fuente de donde brota cualquier esfuerzo humano dedicado para manifestar la unidad plena y visible.

Numerosos son los frutos producidos hace un siglo de octavarios de oración por la unidad. Con todo, numerosas también son las barreras que dividen aún los cristianos y sus Iglesias. Con el fin de no desalentarnos, debemos ser constantes en la oración y buscar al Señor y su voluntad en todo lo que emprendemos y en todo lo que somos.

Oración

Señor de la unidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te pedimos sin cesar para que todos seamos uno como Tú eres uno. Padre, oye nuestra llamada cuando te buscamos. Cristo, condúcenos a la unidad que deseas para nosotros. Espíritu Santo, procura que no nos desalentemos nunca. Amén.

"No ceséis de orar"


Comenzamos la semana de oración por la unidad de los cristianos cuando se cumple el primer centenario de este octavario que cada año se realiza en las iglesias cristianas para conseguir la tan anhelada unidad querida por Jesucristo para su Iglesia. A continuación publicamos un extracto del mensaje los Obispos de la comisión episcopal para las relaciones interconfesionales. Quien quiera leer el mensaje completo puede visitar: http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/comisiones/interconfesionales/unidad2008.htm

1. Primer Centenario del Octavario de Oración por la unidad

Se cumplen en 2008 cien años del Octavario de oración por la unidad de los cristianos, desde que el P. Paul Wattson, cofundador de la Sociedad de la Expiación (Society of the Atonement), de Graymoor (Nueva York, Estados Unidos), diera comienzo a esta semana anual de oración por la unidad visible de la Iglesia. Desde entonces hasta el presente el camino ha cubierto etapas felizmente superadas y ha vencido obstáculos que parecían insalvables. Las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales se han ido incorporando a esta larga marcha de plegarias y oraciones por la recuperación de la unidad visible perdida de la Iglesia, y la oración intensa y ferviente del Octavario es hoy patrimonio de todas las confesiones cristianas.

2. Avances en la reconstrucción de la unidad visible de la Iglesia

El Movimiento ecuménico, que tiene su punto de partida en la asamblea de Edimburgo en 1910 y condujo a la creación del Consejo Ecuménico de las Iglesias en 1948, se vio ampliamente enriquecido con la contribución propia del ecumenismo católico desde los años sesenta del pasado siglo, gracias al gran impulso que recibió del Vaticano II. Al lado del ecumenismo misionero de Edimburgo surgieron otras corrientes, que aunaron esfuerzos por la unidad mediante la anhelada convergencia doctrinal en la fe común y en el testimonio de los cristianos en el mundo. El ecumenismo teológico arroja al presente un notable avance, que hemos de agradecer con humildad a la misericordia de Dios. Junto al diálogo teológico el ecumenismo pastoral ha ayudado a Iglesias y Comunidades eclesiales a aunar esfuerzos por un mejor servicio al pueblo de Dios y una mejor articulación de la presencia pública de la Iglesia en la sociedad contemporánea. Todo ello está redundando en beneficio de la nueva evangelización que las sociedades de nuestro tiempo esperan de la Iglesia.

Fruto del diálogo teológico entre las grandes confesiones cristianas es el reciente documento de la Comisión mixta de Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa «Comunión eclesial, conciliaridad y autoridad», del pasado 13 de octubre de 2007, en el cual católicos y ortodoxos han llegado a un primer principio de acuerdo sobre el primado del Papa (“el primero de los Obispos”), que necesitará todavía mucha reflexión antes de que se pueda hablar de acuerdo pleno en un tema tan determinante para la recomposición de la unidad visible de la Iglesia. Con todo, el documento es un don del Señor a la Iglesia, que llega cuando se cumple el primer aniversario del viaje de Benedicto XVI a la sede de Constantinopla, del Patriarca Ecuménico.

A todos les recordamos que la necesidad de orar sin desmayo es exhortación y voluntad de Cristo, que a todos nos ha dado ejemplo supremo de comunión con Dios su Padre en la oración que le sostenía en fidelidad a su misión, uniendo su voluntad a la voluntad del Padre. Así lo enseñó a sus discípulos entregándoles la oración del Padrenuestro: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10); y con aquellas otras y definitivas palabras suyas con las que aceptó su pasión y cruz: “Padre si es posible, pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mc 14,36). Hemos de suplicar del Señor de la Iglesia su unidad visible y confiar a su bondad y providencia la inspiración para hacer en cada momento aquello que convenga al reino de Dios y su presencia en la Iglesia.

martes, 8 de enero de 2008

¡Y vinieron los Reyes Magos!



El pasado día 6 de enero pasaron por nuestra parroquia de S. Agustín sus Majestades los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, junto con la estrella de Belén. Vinieron a adorar al niño Jesús por la mañana a las 10.00. Después de este acto de oración, salieron rumbo al barrio de la parroquia para repartir caramelos y regalos a todo el mundo en sus magníficas carretas. Cuando acabaron se acercaron gentilmente a una residencia de mayores, lugar donde entregaron regalos a los abuelos y abuelas que allí se alojan, llenando así de alegría y jolgorio aquella casa. Y de allí, partieron rumbo, de nuevo hacia la parroquia. En la misma se encontraban reunidos un nutrido grupo de niños del barrio que junto con sus padres esperaban ansiosos la venida de los Reyes Magos. Al canto de "ya vienen los Reyes Magos..." entraron en el templo parroquial sus Majestades precedidos de la estrella de Belén, muy guapa por cierto. Sentados en sus tronos, sus Majestades hicieron entrega de regalos a los niños presentes. Fue una auténtica celebración llena de alegría y felicidad; esperemos que esta ilusión que repartieron sus Majestades llene de felicidad a estas familias este año y los venideros.
Queremos agradecer a la Junta Directiva de la Cabalgata de Reyes Magos del Distrito Este por contar con la parroquia de San Agustín para este entrañable acto. Las puertas de la Iglesia siempre estarán abiertas para todo tipo de actos que tengan como centro a los niños más necesitados. Por supuesto, un gracias de corazón va dirigido al equipo de Cáritas de la parroquia de S. Agustín. Su labor ha sido imprescindible para tener acceso a los niños del barrio a los que se les ha entregado un regalo. Asimismo, un agradecimiento especial va dirigido a la Hermandad de la Borriquita por su papel organizador del evento.



miércoles, 2 de enero de 2008

Reseña bibliográfica

Inauguramos una nueva sección en nuestro blog llamada Reseña bibliográfica. Con esta nueva sección queremos presentar una selección de libros muy recomendables, siempre en nuestra opinión. Espero que sea de utilidad. Sería bueno que mandaseis vuestra opinión, y también por qué no, vuestro libro recomendado. Hoy comenzamos con un libro muy interesante, sobre todo, en el tiempo que nos ha tocado vivir. Nuestra sociedad está acogiendo a muchos inmigrantes, de muy distintas nacionalidades, religiones y culturas y esto provoca en los residentes españoles una mezcla de miedo, temor y desconfianza. Está naciendo una nueva sociedad a la que hay que adaptarse. El fundador de la comunidad de San Egidio de Roma, Andrea Riccardi, acaba de publicar un libro titulado "Convivir" en RBA libros, S.A., Barcelona, 2007:

Todos somos distintos, pero al mismo tiempo, estamos unidos por conexiones profundas. Al conocer y crear contigüidades y distancias, proximidades y mestizajes, se ejerce aquel arte de la convivencia que es fruto del realismo político y de la esperanza. Es el realismo ante un mundo plural. Es el deseo de que la pluralidad no sea fuente de conflictos. Es la realización de una civilización formada por multitud de universos culturales, religiosos y políticos, sin rebajas ni miedo a las identidades. La civilización de la convivencia es extremadamente necesaria. Tomar conciencia de ello es el inicio de una cultura compartida.

Espero que os guste. Para los interesados en conocer la comunidad de San Egidio de Roma: http://www.santegidio.org/. La página web tiene un montón de lenguas disponibles, entre las cuales se encuentra el castellano. En la página principal hay una sección titulada "los libros de San Egidio", de allí he copiado esta reseña bibliográfica.

martes, 1 de enero de 2008

Feliz año nuevo 2008


¡Muchísimas felicidades para este año 2008 que comenzamos! Muchos deseos para este año, esperemos que este año hagamos de nuestra tierra un espacio para todos donde convivamos en paz y en respeto. Los pastores fueron a ver al niño al portal de Belén y allí se encontraron a María, a José y al niño Jesús, santa Familia. Ellos fueron a adorar al rey del universo. Los presentes estaban maravillados de las palabras de sabiduría que salían de los pastores. Una vez que adoraron al niño Jesús, los pastores salieron al mundo entero para seguir anunciando la esperanza al mundo entero. Nosotros al igual que los pastores hemos ido a adorar al niño de Belén y nos hemos llenado de su paz. Igual que los pastores, estamos llamados a ir a nuestro mundo a anunciar las grandes cosas que hace nuestro Dios. Ojalá que la gente cuando nos escuche, cuando observe cómo nos queremos, cómo nos ayudamos, crea que Dios existe y que se llama "Padre de todos". Tenemos un año más para intentarlo y contamos con la ayuda de Dios y de los hermanos. Que Dios nos guarde.