lunes, 10 de diciembre de 2007

La casa de los sueños

Damos un pasito más dentro del Adviento. Este domingo hemos escuchado por boca de S. Juan Bautista: “convertíos porque ha llegado el reino de los cielos”. Ciertamente el reino de los cielos empezó a desarrollarse en la tierra con el nacimiento de Jesucristo, nuestro Rey del Universo. Sin embargo, dando un pequeño vistazo a cómo está nuestro mundo con sus guerras, violencias, injusticias, hambre, odio y un largo etcétera uno puede preguntarse si ese reino de los cielos no será una utopía aquí en la tierra, pues por más que nos preparamos año tras año en hacer el bien no se ve grandes progresos. Puede ser que aún nos falte la conversión de nuestro corazón. Dice Juan el Bautista “preparad el camino al Señor”, ¿cómo le preparamos el camino a Jesucristo para cuando Él vuelva victorioso? Si por casualidad mañana nos enterásemos que el Papa, o bien el Rey de España tiene previsto hacer una visita a nuestro pueblo, seguramente nos desviviríamos arreglando nuestras calles, fachadas, Iglesias, etc. Pues bien, va a venir el Rey del Universo, más bien, ya lo tenemos entre nosotros, ¿ponemos el mismo empeño en prepararle un buen camino de entrada? Y prepararle un buen camino de entrada significa poner en práctica su mensaje de liberación. Tengamos en cuenta que la actividad de Jesús en el mundo fue liberadora: sanó a los enfermos, dio pan a los hambrientos, acogió a los pecadores, dio la vida a los muertos, y un sin fin de actos de misericordia dirigidos a un pueblo sediento de cariño y amor. Nosotros los cristianos somos los seguidores de Jesucristo y tenemos la misión como Iglesia de continuar en la historia la misión de Jesús hasta que él vuelva. Por esta razón, el Adviento se erige como el tiempo de la esperanza, ya que es el tiempo en el que recordamos que Dios está con nosotros en nuestros quehaceres. Este Dios nos recuerda que tenemos que dar esperanza a quien no la tiene. Convirtamos nuestra Iglesia en la casa de los sueños, sueños que se hacen realidad como en los cuentos de Hadas. Hagamos de nuestra Iglesia la casa donde nadie pase hambre, donde todos se quieran como hermanos, donde todos los enfermos se sientan acompañados por alguien que les quiere, donde todos sin exclusión se sientan acogidos, donde todos puedan sentir el abrazo cariñoso de un Padre común que nos cuida.
Y ciertamente tenemos razones para la esperanza. Acabamos de celebrar la Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. En un mundo rodeado de pecado, María emerge como una criatura donde se hace realidad el proyecto de Dios para la humanidad: María encarna lo que estamos llamados a ser, santos e inmaculados ante Dios. Una pista, María fue por excelencia la oyente de la Palabra: “hágase en mí según tu Palabra”; fue sin lugar a dudas la “llena de Gracia”, ya que el Espíritu Santo la cubrió con su sombra. Junto con María, si leemos y rezamos la Palabra de Dios y le pedimos a Dios que nos cubra con su Espíritu Santo estaremos seguros que poco a poco nos iremos asemejando a María y podremos así llevar a cabo el plan salvador de Dios para su pueblo. Pongámonos manos a la obra.
Y como prueba que algo está cambiando, vean la siguiente foto. Corresponde a la Vigilia de la Inmaculada que se celebró en Sevilla el 7 de diciembre. Más de 3.000 personas por las calles de Sevilla y en la Catedral para honrar a la Virgen; entre ellos un grupo representativo de la parroquia de San Agustín. Ya sabéis, el año que viene estáis todos invitados.




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