Existe luz porque existen las tinieblas, es decir, sin oscuridad es imposible que brille la luz; el sol se puede apreciar porque previamente le ha antecedido la noche. La luz brilla así donde hay tinieblas, y se erige como faro y guía para salir de esa “noche”. Nuestra sociedad consumista nos ofrece muchas luces que atraen, pero que no ayudan a salir de la “noche” sino que sirven sólo para confundir y desviar: pensemos en las polillas – o en cualquier insecto – que mueren achicharradas en las bombillas o focos públicos; las pobres creen que el día está cerca y van como locas a su encuentro, pero pobrecitas de ellas sólo se encuentran con un engaño, en su caso mortal engaño.
A nosotros nos puede pasar algo parecido, ya que nos sentiremos atraídos por tantas luces, pero que sólo sirven para enmascarar una realidad que dista muy lejos de ser tan perfecta como lo pinta esta sociedad. Nos dicen: no seas el último en comprar, llena tu despensa y gasta sin medida, compra hoy y paga dentro de 6 meses, felicita a todo el mundo porque “toca”. Y todos caemos en la trampa, y de nuevo llenamos nuestra Navidad de regalos, de gastos infinitos y de prisas por preparar cenas interminables. No nos damos cuenta que
Todo empezó hace 2000 años. Todo un Dios todopoderoso atendiendo al clamor de su pueblo decide tomar forma humana y nace como un humano más. Lo interesante es contemplar cómo nace Dios entre nosotros: nace en un pesebre, es decir el lugar de las bestias, ya que no hay posada que lo acoja; los primeros que van a verlo fueron unos pastores, gente indeseable y de escasa formación. ¿Y esta es la luz del mundo? ¿Si ha nacido como un pobre desgraciado que nadie se acuerda de él? Pues, sí que es la verdadera luz que da esperanza a nuestro mundo. Dios quiere dar esperanza a quien no la tiene, este es el sentido profundo de
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